
Villapelooza 2021: o cómo dejar de sacarse la pelusa del ombligo y generar
El 1er festival roquero postpandemia se dio donde se tenía quedar. lejos de los faros de la costanera y cerca del único sentimiento que mantiene vivo al rock, al menos a ese rock q nos gusta a todes, el de la independencia y la autogestión.

Con los vumetros clavados en 100%, la energía vivida en esa calurosa plaza del corazón de Vila Cabello marcaba 16/12 de presión arterial, casi como la de este escriba que pide disculpas a las bandas del comienzo, pero la calora a veces es más fuerte y recién hay registro de cuando promediaban los Monotributistas, que hicieron pleno honor a su nombre de tornar divertido algo serio. Porque con gran solvencia y beach energy se despacharon esos hits de los Cadillacs y afines q hasta al más greñudo de remera negra le hicieron mover la pata y poner cara de “andá a buscar otra birra q esto va para largo”.

De la pile al horno. Sin escalas. Cuando uno pensaba ya en convencer a la señora del puesto de ropas de enfrente q se reconvierta en preparadora de caipirinhas, llegaron los Torke y su rock pulenta que más q sed, daba ganas de fumar un charuto de Lapla con un whiskacho sin hielo. 4ta a fondo -palanca al volante, papá- con voz aguardentosa. El bajo colgando bajo y la garganta gritando fuerte y parriba. a lo Lemmy. Bien Torke, un placer y un reconocimiento a “Dos bulones y una tuerca”, la metáfora más fierrera que se escuchó por ahí. Torke es rock para escuchar adentro de un valiant con los vidrios cerrados, quemando nafta, aceite y marihuana.

Después de tanto fierro, hay q aflojar, sino no hay Losartán q alcance. Así llegó Meych, apurorimaconflowyconcretadelasqnosgustanalosfumetas. Lejos, rete lejos de los millones de folowers de los q están de moda, Meych bajó línea y recordó a Gemma… posta, que pasó con Gemma?
…

Q no decaiga, q llegan los Namibians. Diosito, q justeza para armar ese cóctel de psicodelia dub con impronta #rockerbuenanda. Los Namibians juegan en cualquier cancha, pero sabiendo que el césped del Old Trafford sentirá sus goles algún día. Goles como los de Sasa Sabrina, que se bancó la parada y la calora tirando las mejores pistas entre banda y banda, como hasta q llegó Dale Q Brass… Y paramos la moto y recargamos el vaso…

Dale Q Brass, nueve (creo q eran 9) vientos soplando de manera ajustadísima, sólo puede armar un alto batuke. y vaya q lo armaron. De Tarantino a tu waina, con los Dale Q Brass bailan todxs y le ponen swing y dulzura hasta a un cruce con el Flaco Schiavi. Saxos de todos lo tamaños -q nadie se ofenda si el q escribe no entiedne un carajo de esos cosos brillantes-, trompeta clarinete y la tuba. Paramos la moto, le damos una calada, revolvemos el hielo y vamos de nuevo. LA TUBA. Escuchar una tuba en vivo es como acariciarle el lomo a un oso fumado q ronronea. Dale Q Brass, la banda que si hubieras contratado para tu casamiento hoy todo sería diferente. Imperdibles y para seguir de cerca.

Llegamos al final, que ojalá sea sólo el comienzo. Coyote Brown. Si hablamos de su música hablamos de rock surfero punk tripical. Como cuando NETO tocó con Sublime en el Lollapalooza oriynal, allá por los 90s -ya sabemos q nunca tocaron son Sublime, pero bueno. Si los Sublime nacían en Villa Pelo seguro serían amigos de los Coyote Brown.
Pero hablar sólo de la música de Coyote Brown sería como pensar que el rock que vale es que se gesta en los centros de poder. Los Coyote Brown se pusieron la mochila de hacer lo q era necesario hacer, sin pedir permiso (bueno, sí pidieron a la muni la autorización para poder generar este festi). Hicieron lo que antes hacían muchos y hoy casi ninguno, Dejarse de mirar el ombligo y generar algo para la comunidad, confiando en que con la recaudación de una gorra se puede solventar una técnica solvente para regalar a la gente. esa que tanto necesitaba salir, abrazarse y rockear, una tardeada entre amigues que da para pensar… hoy hacen falta más Coyote Brown.